En apenas 7 días, Angie Alvarado, la hija de “la Geisha”, ha sido blanco de noticias en los medios de farándula.
Primero, el destape de la web cam con el “Mago” Valdivia, donde el futbolista le habría mostrado sus partes íntimas. Segundo, su nueva intervención quirúrgica. Esta vez, para quitarse un “rollito de más” y arreglarse un hueso nasal porque, según la joven, es “estéticamente feo, aunque no me molesta para respirar”.
Inmersa en un entorno hostil, podrido y nauseabundo, la dulce Angie es un barco a la deriva con un futuro incierto.
Tal como su popular madre, la mujer tiene historias para fabricar un best seller. Junto a Nabih Chadud fue la primera pareja que tuvo relaciones sexuales por televisión en un reality -aunque se sabe que desde “Protagonistas de la Fama” les pasaban preservativos a los participantes-; lució su relación con Pablo Schilling que terminó en un fiasco y se le achacan varias parejas que la dejan a las pocas semanas.
Detrás de esta exposición gigantesca, su madre Anita Alvarado es la que funciona como su materia gris.
Ella le ordena lo que debe decir, lo que debe operarse y dónde debe estar. La motivación, por cierto, es una sola: el dinero. Sabe que involucrando a su hija en peleas, en nuevos arreglos a su cuerpo de tiernos 21 años y en conflictos con personajes de poca monta y de fama espontánea, su hija estará en programas de farándula donde se paga bien y se genera vigencia.
Quizás será porque a la Alvarado mayor le faltó un plato de comida en su adolescencia -cuando se embarazó de la propia Angie- y debió dedicarse a la prostitución. O quizás es porque le gusta demasiado la televisión. Lo cierto es que su hija es la llave para cuadrar sus finanzas.
Tal como ese Chile que imaginan nuestros gobernantes, el destino preparado por Anita para su hija es a corto plazo. No desea su felicidad ni su realización. Es más, cae en actos miserables. ¿Ejemplos? Contó que Schilling le daba pitos de marihuana a su hija cuando se quedaban juntos. Una revelación moral que borraba de un plumazo su pasado de sexo tarifado.
Más allá de su permanente confusión, “la Geisha” está replicando con su hija su misma vida. Saltándose etapas, quitándole fulgor y llevándola a un oscuro cuarto existencial. No se necesita ser pitoniso para entender que, de seguir en este frenético ritmo de operaciones y escándalos a gran escala, el futuro de Angie Alvarado se torna triste, solitario y final. Tal como el de su equivocada progenitora.